“Acostado
en un mar de decepciones donde el viento me susurra en el oído que
no me rinda y el cielo me plasma una imagen de lo pequeño que fui y
me convence de lo grande que puedo ser”
A lo
largo de el pasado "curso" me he visto imposibilitado a atender como se
merecía este querido blog; no me escudaré en la falta de tiempo,
pues si bien pude tenerlo para escribir, no me acompañaron las ganas
que nacen de la inspiración.
Considero
que para llevar convenientemente un espacio como este son necesarios
siempre dos elementos: hábito y motivación. Si falta cualquiera de
los dos, es muy posible que el abandono y la desidia ganen la batalla
y todo vuelva al olvido, como le han sucedido a estas 120 Jornadas de
Sodoma.
En esta
nueva temporada que ahora empieza, espero atesorar hábito y
motivación para impulsar como se merece la plasmación de la idea
que en su día hizo nacer este blog y que hoy, más que ayer, me sigue
ilusionado: hablar de la realidad del sexo y de la vida con
sinceridad luchando contra el fanatismo y los mitos que
aún hoy oscurecen la libertad en este campo.
Es cierto
que no siempre que escribimos nos acompaña la brillantez y el
ingenio, pero no lo es menos, como decía el escritor, que es
conveniente que la inspiración nos pille trabajando.
Así pues, con ánimos renovados anuncio el nuevo comienzo de este espacio y mi
vuelta a su adecuada atención; como el marqués de Sade, regreso a mi
celda en la Bastilla para en la soledad del mundo, volcar mis
pensamientos sobre el papel.
Mi idea
de la escritura, parte de que para escribir adecuadamente el ser
humano necesita poder volcar en el papel un cierto grado de
frustración, la necesidad de viajar a mundos de imaginación, ideas
o pensamientos partiendo de las decepciones de este mundo de
fenómenos.
Todos
habitamos nuestras propias prisiones con muros más o menos gruesos,
pero espacios como este me gustaría que fueran ventanas de luz por
las que mirar nuevos horizontes, y especialmente horizontes
sexuales... Un prisionero poco puede decir a otro prisionero, pero su
sola presencia permite recuperar la esencia de la vida, que yo creo
que no es otra que la esperanza.
Confío
en que todos los que lean estas líneas hayan disfrutado de la
estación del sexo por antonomasia, el verano; por suerte, el placer
no tiene estación y las promesas de un sensual otoño deben
animarnos a todos... ¡Acompañadme en este nuevo viaje!