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martes, 4 de octubre de 2011

Un relato: El Mirón


(NOTA del autor: Desgraciadamente últimamente no tengo tiempo para atender este blog como se merece pero aprovechando el relato que hice para el blog "Quiero tus ojos" me permito reeditarlo aunque ya no sea en primicia. Me encantaría poder escribir relatos como este más a menudo pero vivimos castrados en la creatividad a base de "actividades más productivas" Espero que guste.)

Como casi todas las noches, tras adormilarse frente al televisor, Luis decidió irse a acostar. Por costumbre, antes de meterse en la cama miró en dirección a la ventana de su “musa” al otro lado del patio de luces; las persianas de su dormitorio como siempre, estaban bajadas.
Con la frustración del mirón burlado él también se disponía a bajar su persiana cuando vio como una tenue luz azulada salía de la única ventana abierta del piso de su mojigata amazona.
La posible imagen de aquella deseable mujer acostada en el sofá atenta a la televisión, por vista, aún continuaba enardeciendo su imaginación; de forma que pese a estar somnoliento  se fue en busca de los prismáticos.
Puso una silla al lado de la ventana y se sentó en la impune oscuridad de su habitación; dirigió entonces su atención al otro lado del patio. ¡ Cómo describir la sorpresa que hizo saltar a su corazón del pecho!
Su vecina estaba en el sofá como había supuesto, pero en esta ocasión la bata no estaba cerrada dejando al descubierto su cuerpo desnudo; aquel cuerpo con el que Luis había soñado tantas  y tantas veces.
Sus sostenes, sus braguitas de encaje, habían sido el pequeño fetiche a observar en la cuerda de la ropa... pero aquella noche, el rotundo y fantástico misterio le estaba siendo desvelado.
Los prismáticos no eran muy potentes, y la luz del televisor no permitían una visión clara, pero era perceptible que “la diosa” estaba desnuda sobre el sofá mientras acompasadamente hacia unos extraños movimientos.
El deseo y la excitación más salvaje de adueñaron de aquel sorprendido voyeur que dando tumbos por la oscura habitación  se encamino al armario en busca de su viejo telescopio. Aunque no veía nada  y los golpes se sucedían sobre su cuerpo, poseído de una poderosa energía encontró su telescopio y en un minuto, todo volvía a estar dispuesto para ver, para mirar, para sentir...
El espectáculo que se le ofreció fue entonces sublime; su vecina, desnuda sobre el sofá tocaba rítmicamente su sexo mientras una de sus manos acariciaba su vientre y sus turgentes pechos. ¡Cuantos días había soñado con ver aquello!, ¡cuantas pajas se había hecho con aquella imagen!.
Centro su objetivo en los pechos, y casi pudo distinguir como sus pezones erectos reflejaban el placer que aquel cuerpo estaba disfrutando...
Luis no pudo contenerse más y quitándose los pantalones dejo en libertad su polla, la ley de la gravedad ya no le importunaba pues la erección era intensa y su capullo hinchado se sentía descubierto. Con la intensidad de la terrible excitación que le dominada, empezó a marturbarse con violencia mientras su objetivo se deslizaba por el cuerpo de aquella Venus en dirección a su pubis.
Una delicada mano cubría gran parte de aquel coño dejando ver  algo de su bello púbico; sus dedos, pulgar e índice, acariciaban la zona del clítoris mientas el dedo corazón se perdía en la vagina...
La lujuria  y el placer traspasaron el espacio entre aquellos dos seres perdidos en las sensaciones del sexo más íntimo; en la oscuridad de la noche, aquellos solitarios  cuerpos se hermanaron en busca de la infinitud del placer.
Luis pronto sintió como le sobrevenía  una imparable convulsión, sin tiempo para reaccionar, un grito acompaño su intensa eyaculación;  hasta dónde había regado con su leche la alfombra, solo la luz de la mañana lo diría, pero su rojo e hinchado capullo aun goteaba semen cuando se derrumbó sobre la silla.
Simultáneamente, al otro lado del patio, una mujer se perdía en la voluptuosidad de un orgasmo largamente buscado; tras media hora de un sensual juego de caricias e imaginación, los espasmos se apoderaron de ella. Se corrió con fuerza e intensidad, mojando su mano con el liquido del placer que brotaba abundante de su vagina.
Permaneció tumbada en silencio mientras regresaba del cielo a las sensaciones del mundo...
Eran las doce de la noche y todo había terminado, una primaveral noche empezaba para dos solitarios que habían compartido un instante; un orgasmo