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sábado, 20 de agosto de 2011

Tormentas, virginidad y JMJ.


“La prosperidad del despreciable no es sino una prueba a la que nos somete la Providencia, es como el rayo cuya luz engañosa embellece por un instante la atmósfera para precipitar luego en los abismos de la muerte al desventurado a quien deslumbra”
(Los infortunios de la virtud-El Marqués de Sade)


En esta pesada tarde en la que se anuncia la tormenta y el sofocante calor impide todo sosiego, retorno a la escritura del blog que durante unas semanas he dejado abandonado.
Regreso cuando en Madrid con motivo del JMJ (Jornadas Mundiales de la Juventud) hay más vírgenes que de costumbre, pero pensando sobre el asunto, concluyo que seguramente hay muchas menos de las que parece y menos de las que llegarón.
Desde hace muchos años, aprendí que en temas sexuales las apariencias no tienen ninguna consonancia con la intimidad del sexo.
La virginal chica que parece que no ha roto un plato en su vida puede resultar una experimentada amazona que te folla sin miramientos, mientras que una “chica mala” puede ser una delicada amante de una ternura casi infinita.
En este mundo de apariencias, casi nada es lo que parece y el reino de la hipocresía todo lo domina.
Las imágenes idílicas de los peregrinos que andan por Madrid cantando y rezando tienen una trascienda sexual; jóvenes en la flor de la edad y con las hormonas desaforadas pueden tener mucha fe, pero la naturaleza siempre reclama sus compensaciones.
Algún día tratare sobre la castidad pues creo que de las costumbres sexuales es una de las más singulares, y de ella se pueden derivar un gran numero de otras. Tratar de eliminar del hombre su sexualidad es querer negar al propio hombre, y con ello, se crean un gran numero de singularidades.
Miremos más allá de las cortinas de la hipocresía para ver la verdad desnuda, y si es menester, acostarnos con ella.
(Mi más sincero agradecimiento a los 50 seguidores que amablemente me han regalado su adhesión, muchas gracias a todos)