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viernes, 5 de abril de 2013

El Sexo inspirado


“La invención consiste en esa capacidad de aprehender las posibilidades de un tema; y en poder moldear y formar ideas sugeridas por él” (Mary Shelley)

Desde principios de año he estado sumido en una total falta de creatividad que consecuentemente me ha llevado a no escribir casi ninguna entrada en el Blog. Por fortuna, parece con con la llegada de esta fría y húmeda primavera y su consustancial renovación, mis sentidos más despiertos me permiten volver a filtrar nuevamente las ideas en palabras.
Quizás por haber estado en un silencio amordazado por la incapacidad creadora, admiro aún más a todos aquellos que son capaces de mantenerse constantes en los menesteres de la escritura; y por eso he seguido disfrutando de ellos desde el árido desierto de la nada.
Por naturaleza, en el campo de la escritura como en otros campos vitales, por mucho que intento seguir unos parámetros de orden y racionalidad, mis deseos se rompen en mil pedazos por las ciegas fuerzas de las pasiones que de la melancolía a la alegría más desbordante, me arrastran unas veces al silencio y otras a una febril actividad.
Pero de esta silente falta de inspiración para escribir nace el tema de este post, pues la inspiración y la creatividad son tan necesarias en el campo de la escritura como en el del sexo.
La evolución científica que hemos vivido en el campo sexual en los últimos tiempos es tan inmensa que no siempre a los “avances técnicos” los han seguido los “avances de conciencia”; siendo estos últimos tan necesarios como los primeros a la hora de sacar el máximo partido al sexo y al disfrute del placer sexual.
En otros post hable profusamente sobre lo que he denominado el “sexo zombie”, ese sexo mecánico que solo lleva a la más profunda insatisfacción; sexo, que contrariamente a lo que se piensa, es mucho más común de lo que se quiere reconocer.
Mi idea del sexo y del placer me lleva a transcender la simple mecánica sexual y orgásmica tan de moda a día de hoy; no se trata de buscar como si se tratara del Santo Grial el afamado punto “G”, se trata de disfrutarlo si tenemos la suerte de encontrarlo y de no obsesionarnos si no lo hacemos.
Resulta paradójico que conforme la ciencia avanza los mitos más irracionales lo hacen en paralelo a estos nuevos “descubrimientos”. La idea más prosaica lanzada como hipótesis por un sexólogo cualquiera tiene la segura potencialidad de convertirse en una verdad sexual absoluta sin ningún tipo de contraste.
Un tema que me apasiona es el de la curiosa diferenciación que durante años se ha hecho del orgasmo femenino en clitoriano y vaginal; la controversia continua y me temo que continuará, como sucedió en una Constantinopla asediada por los turcos respecto del sexo de los ángeles. Si disfruto de un orgasmo...¿qué más me da si es de un tipo u otro?.
El sexo que debemos buscar y obtener no es el “sexo racional y mecánico” de los libros, que como mucho nos lleva a fríos orgasmos, se trata de encontrar lo que yo llamo “sexo inspirado”, el sexo como placer sensual y sexual en el que el orgasmo no es más que una pieza más. No se trata de escribir por escribir, se trata de escribir algo digno disfrutando de la escritura.
Las masturbaciones o el sexo oral pueden resultar mucho más satisfactorios que el “mete y saca” mecánico que solo nos lleva a mediocres placeres si no es convenientemente “condimentado”
No se me escapa que lo ideal es aunar calidad y cantidad, pero esta ecuación resulta muy complicada sobre todo en el caso masculino que se ve limitado por el número de orgasmos posibles por “sesión”. Hay mucho “superhombre” que alardea de capacidades prodigiosas en este campo, pero me temo que la realidad ordinaria no llega a la ficción. Mi récord llega a seis y de normal con cuatro me doy por dignamente satisfecho, vea el lector que el que escribe no es un superhombre, simplemente un hombre que escribe para hombres y mujeres reales.
Así pues, lo hermoso y placentero del sexo no está en la frialdad de los números fríos y objetivos, sino en como somos capaces de disfrutar de esos números.
La inspiración, la invención de la que habla Mary Shelley, la imaginación, son tan necesarias en el sexo como en la literatura; lo prioritario no es ser un autor prolífico, es ser un buen autor.
El sexo no deja de ser un efímero arte, como ya Ovidio señaló en su libro: “El arte de Amar”; un arte que poderosamente nos trasmite vivas sensaciones en comunión con nuestro acompañante de creación, y que nos puede trasportar lejos de la propia realidad.
Todo esto no lo puede justificar en actual “mecanicismo orgásmico” tan de moda. Un chico es admirado si señala con franqueza que se ha “tirado” a futanita 8 veces, pero la verdadera admiración vendría de haber disfrutado cuatro horas de buen sexo, sin más adjetivos.
Tras esta pequeña reflexión solo espero que mi “inspiración bloggera” esté plenamente recuperada y pueda atender como se merece este hermoso rincón de la red.