“Hay millones de
personas que anhelan la inmortalidad y no saben qué hacer en una
tarde lluviosa” (Susan Erzt)
El otoño siempre me a
parecido una de las estaciones más hermosas del año; es como si
todo retornara desde los excesos del verano a la moderada y
melancólica elegancia de un tiempo de lluvia y frio.
En estos días yo mismo
me he sumido en una especie de abulia melancólica en la que la vida
pasada, presente y futura pasa ante mí con tonos ocres y matices
amarillos. Si la melancolía es la alegría de estar tristes el
otoño nos llama a la felicidad.
Estos días me han traído
desilusiones, pero también nuevas esperanzas, y entre unas y otras
es necesario mantener en lo posible la calma que siempre nos
proporciona esas pequeñas felicidades que componen la vida.
Comentaba un amigo que lo
malo que tiene la soledad es que cuando te acostumbras a ella, ya no
quieres otra compañía, y sin ser tan drástico, es verdad que el
otoño nos invita a refugiarnos en nosotros mismos.
Me parece una gran verdad
la frase que señala que “las ilusiones perdidas son verdades
halladas”, pero por mucho que las nubes no dejen de arrojarnos agua
finalmente sabemos que saldrá en sol.
Pienso que la juventud de
una persona no se mide por los años físicos del cuerpo sino de la
capacidad que tiene esa persona para ilusionarse, para levantarse por
las mañanas en el asombro de lo que le deparara el nuevo día.
Ya caminamos por los
postreros días de noviembre pero en esta plenitud otoñal quiero que
como las hojas que caen de los árboles, todo lo “muerto” y
“agonizante” que hay en mi también caiga al suelo para
fertilizar las verdes esperanzas del futuro.
Muchas personas tienen la
tentación de agarrarse a las cosas muertas, tanto en el plano
personal como sentimental y de relaciones, sin entender que lo muerto
raramente resucita, y en ese empeño absurdo no dan oportunidad al
futuro.
Después de estas
pequeñas reflexiones invito al lector a que se pierda durante una
hora en una declinante arboleda y disfrute de un reencuentro consigo
mismo; aunque será igualmente inspirador si comparte ese paseo con
alguien especial.