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martes, 27 de noviembre de 2012

Melancolías de Otoño


“Hay millones de personas que anhelan la inmortalidad y no saben qué hacer en una tarde lluviosa” (Susan Erzt)

El otoño siempre me a parecido una de las estaciones más hermosas del año; es como si todo retornara desde los excesos del verano a la moderada y melancólica elegancia de un tiempo de lluvia y frio.
En estos días yo mismo me he sumido en una especie de abulia melancólica en la que la vida pasada, presente y futura pasa ante mí con tonos ocres y matices amarillos. Si la melancolía es la alegría de estar tristes el otoño nos llama a la felicidad.
Estos días me han traído desilusiones, pero también nuevas esperanzas, y entre unas y otras es necesario mantener en lo posible la calma que siempre nos proporciona esas pequeñas felicidades que componen la vida.
Comentaba un amigo que lo malo que tiene la soledad es que cuando te acostumbras a ella, ya no quieres otra compañía, y sin ser tan drástico, es verdad que el otoño nos invita a refugiarnos en nosotros mismos.
Me parece una gran verdad la frase que señala que “las ilusiones perdidas son verdades halladas”, pero por mucho que las nubes no dejen de arrojarnos agua finalmente sabemos que saldrá en sol.
Pienso que la juventud de una persona no se mide por los años físicos del cuerpo sino de la capacidad que tiene esa persona para ilusionarse, para levantarse por las mañanas en el asombro de lo que le deparara el nuevo día.
Ya caminamos por los postreros días de noviembre pero en esta plenitud otoñal quiero que como las hojas que caen de los árboles, todo lo “muerto” y “agonizante” que hay en mi también caiga al suelo para fertilizar las verdes esperanzas del futuro.
Muchas personas tienen la tentación de agarrarse a las cosas muertas, tanto en el plano personal como sentimental y de relaciones, sin entender que lo muerto raramente resucita, y en ese empeño absurdo no dan oportunidad al futuro.
Después de estas pequeñas reflexiones invito al lector a que se pierda durante una hora en una declinante arboleda y disfrute de un reencuentro consigo mismo; aunque será igualmente inspirador si comparte ese paseo con alguien especial.