Seguidores

miércoles, 22 de mayo de 2013

¿Cuál sería tu modelo de mujer?


Me despierto para dormir y lo hago lentamente.
Siento mi destino en lo que no puedo tener
Aprendo yendo a donde tengo que ir
Estas sacudidas me mantienen firme.
Yo debería saberlo.
Lo que se va es eterno y siempre está cerca.
Me despierto para dormir y lo hago lentamente.
Aprendo yendo a donde tengo que ir


Hace unos días en una conversación me preguntaron: ¿Cuál sería tu modelo de mujer?.
Esta pregunta, en apariencia simple, encierra muchos e interesantes aspectos que la respuesta nos rebela de la persona.
En el fondo todos tenemos más o menos definido un modelo de persona, tanto en el plano físico como en el mental, que nos gustaría encontrar; podemos incluso tener varios modelos pero ese ideal indudablemente existe en nosotros.
Se entiende así que un hombre tenga por ejemplo, un especial agrado por las rubias, otro por las de amplias caderas, otro por las delgadas, otro por las de ojos negros, otro por los grandes pechos...
Incluso juntando el modelo predominante de “hombre o mujer ideales”, la misma sociedad crea un estereotipo general.
Yo me centraré no tanto en las respuestas, como en la aptitud abierta o cerrada que hay en las mismas; si bien la aptitud respecto a este modelo ideal es igualmente variada y va desde la más absoluta ( y tonta) intransigencia, al simple referente de un etéreo modelo que no impide valorar el contrario.
Respecto al modelo moral o psicológico de persona, al ser la definición mucho más etérea y difusa que la física, en el inicial conocimiento de una persona resulta menos importante en la mayoría de los casos.
Así, pensando sobre este asunto he llegado a la conclusión de que verdaderamente lo importante no es el “ideal de persona” o el “modelo” que nos hemos creado sino la aptitud que tenemos en la búsqueda de ese modelo y como llega a mediatizar nuestra relación con los demás.
Quien busca una morena y encuentra una rubia, dependiendo de esa aptitud ante el ideal aprovechará la oportunidad que se le presenta o bien directamente renunciará a ella.
Limitar “a priori” nuestras relaciones sobre la base de una simple inclinación del gusto, desde luego me resulta ahora que lo he razonado, sumamente infantil. En este mundo se puede ser idealista en el pensamiento pero serlo en los fenómenos no tiene sentido.
Incluso hay veces que elegimos “anti-modelos” y estos nos sorprenden muy agradablemente y además, tienen algo que nuestra “ mujer u hombre ideales” nunca tendrán: son de carne y hueso.
¡Cuántas veces atrapados por sueños e ideales perdemos la conciencia de las oportunidades que nos rodean!.
La perfección no existe, las relaciones son para gente realista lo bastante lista para abrir sus mentes y corazones y saber que una relación verdadera es una fantasía definitiva.
Yo mismo he tardado mucho en llegar a tan sencillas conclusiones, pero finalmente mi “mujer ideal” se ha marchado y libre de ella he podido encontrarme a mi mismo. Esto también es libertad.