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domingo, 13 de enero de 2013

La hora del té


“El té despierta el pensamiento, refresca el cuerpo y calma los nervios. Cuando estás deprimido, el té devuelve fuerza y coraje” (Tsing-Nung)

Llevo mucho días queriendo escribir algo, pero como suele suceder a los que caminamos por los impulsos del espíritu, cuando las Musas de la inspiración nos son esquivas, no somos capaces ni de escribir dos malas frases.
Pensaba escribir sobre Gandía Shore o sobre sujetadores y pechos, pero solo encuentro inspiración en la taza de té que tengo ante mi. No es raro que en los inicios del año suframos una especie de “crisis existencial” en la que muchas de las cosas, que hasta ahora pensábamos como absolutas, de pronto se desmoronan victimas de un relativismo también absoluto.
Si uno es lo que piensa y cree, es inevitable considerar que una crisis en los pensamientos y en los valores conduce inexorablemente a lo que podíamos considerar una “crisis existencial” de la escala de los valores que ponemos en cuestión.
Cuando el mundo en cierta forma se está marchando a la mierda, toca quizás buscar la tabla de salvación en el propio interior de la persona y comenzar una vez más la construcción de un nuevo edificio de ideas y valores con los restos de los antiguos principios.
En esta tarde un tanto filosófica quiero “despertar el pensamiento” de forma que en las ruinas de mis ideas y en mi inspirado bloqueo, no me queda otra que disfrutar de una humeante y deliciosa taza de té. Una simple taza de té en la que poder dar a los sentidos entretenimiento y a la mente calma.
¡Cuantos problemas nos evitaríamos si antes de actuar de forma completamente alocada e instintiva decidiéramos detenernos, calentar agua y disfrutar de 15 minutos de calma!
Una de las plagas de estos tiempos modernos es la de la prisa, las personas tienen tanta prisa que al final se convierten en mecanos tontos al compás de relojes digitales; si al menos tuvieran relojes de cuerda como los del “conejo de Alicia en el País de las Maravillas” algo de imprecisión e imaginación conservarían.
No hay tiempo para comer, para hablar, para quedar con amigos, todo es apresurado rápido para “aprovechar el tiempo” para no vivir en definitiva.
Así pues, invito al lector a compartir el presente té que ya esta listo para ser servido y disfrutar de un momento de intimidad en la charla de la verdad; la que siempre se tiene con uno mismo.
Buscamos desaforadamente la felicidad, luchamos con todas nuestras fuerzas para alcanzarla pero... es cuando nos detenemos cuando somos felices.
En cada sorbo de mi té “Earl Grey” puedo encontrar el recuerdo de los besos pasados y el deseo de los besos futuros, el aroma del deseo y del amor y por unos instantes, en la calma del espíritu, soy verdaderamente feliz.
Con el último sorbo se que el reloj volverá a correr, que la realidad volverá para quedarse y sin embargo, una enigmática sensación de sosiego permanecerá en mi hasta el desconocido e incierto día de mañana.