“Nos sentimos cargados
aún con la deuda que sus pasados servicios nos han prestado hasta
que hayamos podido recompensarla, hasta que podamos ser instrumentos
de promoción de su felicidad” (Adam Smith)
Muchos filósofos,
religiosos y moralistas a lo largo de la historia han criticado el
carácter egoísta que manifiesta el ser humano en su vida ordinaria,
yo por el contrario, me uno a los que consideran que el egoísmo
moderado es más que necesario para conducirnos en este mundo.
Somos naturalmente
egoístas en grado moderado desde el mismo momento en que cada uno de
nosotros somos los mejor dotados de cara a saber nuestras necesidades
y satisfacerlas.
En el ámbito sexual esto
se manifiesta en que cada uno estamos en mejor disposición que nadie
para conocer nuestras necesidades, nuestros gustos y como
transformarlos en el mayor placer posible.
El egoísmo así es bueno
mientras nos permita no solo considerar nuestra propia satisfacción,
sino empatizar con la del otro; es decir, que el egoísta placer
propio se vea incrementado con el placer egoísta del otro para
transformarlo en un “placer compartido”
Es evidente que mi
orgasmo no lo va ha disfrutar como tal el otro, pero no se nos escapa
que cuando la persona con la que estamos tiene un orgasmo en cierta
forma yo lo comparto por simpatía y participo de una excitación
muy vívida de su placer. Suelo señalar que las claves del buen sexo
radican en compartir y disfrutar de reciprocidades placenteras.
Si mi egoísmo excede lo
que yo llamo el “nivel natural” lo que sucede es que centrado
solo en mi propio placer, no sumo al mio el del otro y por más
intenso que sea mi deleite, en realidad, me estoy perdiendo una parte
muy importante del placer sexual.
Yo considero el sexo como
algo intrínsecamente dinámico, libre e imaginativo y por eso
deploro ese egoísmo provinciano que lleva a un placer pigmeo que,
centrado en uno mismo, es incapaz de compartir nada más allá del
semen.
Tampoco soy partidario de
la reciprocidad absoluta que últimamente tanto se comenta, esa que
señala que: “te la chupo si tu me comes” o cualquier
contrapartida por el estilo.
Cada encuentro sexual
responde a un momento determinado y a un contexto propio de forma que
igual que un día se agradece que te hagan una manada, otro resulta
mucho más excitante y placentero hacer un cunnilingus.
El sexo no sigue
principios matemáticos aunque de igual forma no admite el escaqueo.
Si una practica sexual no gusta y uno no se siente bien haciéndola,
lo mejor es señalarlo tal cual y no poner mil escusas mientras el
otro también, con algo de pesar, hace lo que tampoco le gusta.
Conocí una pareja en la que el chico se quejaba amargamente de que
su pareja se negaba ha hacerle mamadas, y sin embrago el si le
comía el coño muy a menudo a ella. Yo le pregunte: ¿Pero te gusta
comérselo?. El respondió: “Nada lo odio, pero lo hago para que se
anime y alguna vez me la chupe”
Que quede claro que tan
egoísta es la aptitud del que “coercitivamente” trata de obligar
por diversos métodos a que el otro haga lo que no quiere hacer, como
el que se deja hacer para después no hacer ni intentar compensarlo
de alguna forma.
En el caso anterior, bien
podría ser que a ella no le gustara practicar el sexo oral pero que
obsequiara al chico con una lencería sexi o cualquier propuesta
imaginativa, morbosa y placentera. Yo al chico le recomendé que
practicaran el 69 y de esa forma hiciera imposible el escaqueo en
caso de que se animarán a hacerlo.
El sexo pone a nuestra
disposición mil variables capaces de equilibrar la forma de dar y
recibir placer, lo que en el fondo en la esencia del sexo.
Normalmente el equilibrio
nunca es perfecto, pero hasta el metre más experto al llenar las
copas de vino, raramente las llena exactamente igual.
En este campo cuanto más
se conozca una pareja es lícito pensar que más hacia el equilibrio estaremos andando, siempre que se hayan establecido bajo unas premisas de
igualdad, claro.
Muchas veces he criticado
al hombre patológicamente egoísta y vulgar cuyo principal deseo es
meterla y correrse a los 3 minutos sin más consideraciones hacia la
mujer, al igual que son criticables esas otras ocasiones, más raras, en las que el
orgasmo de ella concluye con su compañero olvidado y con la polla
tiesa.
En el sexo creo que la
virtud esta en dar y recibir para ser capaces de compartirnos sin
complejos. Dar para recibir; es una gran norma que yo siempre trato
de cumplir y que en este principio de año, resulta un propósito a
seguir de lo más loable.