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miércoles, 2 de enero de 2013

Del egoísmo en el Sexo


“Nos sentimos cargados aún con la deuda que sus pasados servicios nos han prestado hasta que hayamos podido recompensarla, hasta que podamos ser instrumentos de promoción de su felicidad” (Adam Smith)

Muchos filósofos, religiosos y moralistas a lo largo de la historia han criticado el carácter egoísta que manifiesta el ser humano en su vida ordinaria, yo por el contrario, me uno a los que consideran que el egoísmo moderado es más que necesario para conducirnos en este mundo.
Somos naturalmente egoístas en grado moderado desde el mismo momento en que cada uno de nosotros somos los mejor dotados de cara a saber nuestras necesidades y satisfacerlas.
En el ámbito sexual esto se manifiesta en que cada uno estamos en mejor disposición que nadie para conocer nuestras necesidades, nuestros gustos y como transformarlos en el mayor placer posible.
El egoísmo así es bueno mientras nos permita no solo considerar nuestra propia satisfacción, sino empatizar con la del otro; es decir, que el egoísta placer propio se vea incrementado con el placer egoísta del otro para transformarlo en un “placer compartido”
Es evidente que mi orgasmo no lo va ha disfrutar como tal el otro, pero no se nos escapa que cuando la persona con la que estamos tiene un orgasmo en cierta forma yo lo comparto por simpatía y participo de una excitación muy vívida de su placer. Suelo señalar que las claves del buen sexo radican en compartir y disfrutar de reciprocidades placenteras.
Si mi egoísmo excede lo que yo llamo el “nivel natural” lo que sucede es que centrado solo en mi propio placer, no sumo al mio el del otro y por más intenso que sea mi deleite, en realidad, me estoy perdiendo una parte muy importante del placer sexual.
Yo considero el sexo como algo intrínsecamente dinámico, libre e imaginativo y por eso deploro ese egoísmo provinciano que lleva a un placer pigmeo que, centrado en uno mismo, es incapaz de compartir nada más allá del semen.
Tampoco soy partidario de la reciprocidad absoluta que últimamente tanto se comenta, esa que señala que: “te la chupo si tu me comes” o cualquier contrapartida por el estilo.
Cada encuentro sexual responde a un momento determinado y a un contexto propio de forma que igual que un día se agradece que te hagan una manada, otro resulta mucho más excitante y placentero hacer un cunnilingus.
El sexo no sigue principios matemáticos aunque de igual forma no admite el escaqueo. Si una practica sexual no gusta y uno no se siente bien haciéndola, lo mejor es señalarlo tal cual y no poner mil escusas mientras el otro también, con algo de pesar, hace lo que tampoco le gusta. Conocí una pareja en la que el chico se quejaba amargamente de que su pareja se negaba ha hacerle mamadas, y sin embrago el si le comía el coño muy a menudo a ella. Yo le pregunte: ¿Pero te gusta comérselo?. El respondió: “Nada lo odio, pero lo hago para que se anime y alguna vez me la chupe”
Que quede claro que tan egoísta es la aptitud del que “coercitivamente” trata de obligar por diversos métodos a que el otro haga lo que no quiere hacer, como el que se deja hacer para después no hacer ni intentar compensarlo de alguna forma.
En el caso anterior, bien podría ser que a ella no le gustara practicar el sexo oral pero que obsequiara al chico con una lencería sexi o cualquier propuesta imaginativa, morbosa y placentera. Yo al chico le recomendé que practicaran el 69 y de esa forma hiciera imposible el escaqueo en caso de que se animarán a hacerlo.
El sexo pone a nuestra disposición mil variables capaces de equilibrar la forma de dar y recibir placer, lo que en el fondo en la esencia del sexo.
Normalmente el equilibrio nunca es perfecto, pero hasta el metre más experto al llenar las copas de vino, raramente las llena exactamente igual.
En este campo cuanto más se conozca una pareja es lícito pensar que más hacia el equilibrio estaremos andando, siempre que se hayan establecido bajo unas premisas de igualdad, claro.
Muchas veces he criticado al hombre patológicamente egoísta y vulgar cuyo principal deseo es meterla y correrse a los 3 minutos sin más consideraciones hacia la mujer, al igual que son criticables esas otras ocasiones, más raras, en las que el orgasmo de ella concluye con su compañero olvidado y con la polla tiesa.
En el sexo creo que la virtud esta en dar y recibir para ser capaces de compartirnos sin complejos. Dar para recibir; es una gran norma que yo siempre trato de cumplir y que en este principio de año, resulta un propósito a seguir de lo más loable.